7 Jerusalén y el Lugar Santo sean libres. Todas las armas que has
fabricado y las fortalezas que has contruido y ocupas, queden en tu poder.
8 Cuanto debes al tesoro real y cuanto en el futuro dejes a deber, te
sea perdonado desde ahora para siempre.
9 Y cuando hayamos ocupado nuestro reino, te honraremos a ti, a tu
nación y al santuario con tales honores que vuestra gloria será conocida en
toda la tierra.»
10 El año 174 partió Antíoco para el país de sus padres y todas las
tropas se pasaron a él de modo que pocos quedaron con Trifón.
11 Antíoco se lanzó en su persecución y Trifón se refugió en Dora a
orillas del mar,
12 porque veía que las desgracias se abatían sobre él y se encontraba
abandonado de sus tropas.
13 Antíoco puso cerco a Dora con los 120.000 combatientes y los
8.000 jinetes que consigo tenía.
14 Bloqueó la ciudad, y de la parte del mar se acercaron las naves, de
modo que estrechó a la ciudad por tierra y por mar sin dejar que
nadie
entrase o saliese.
15 Entre tanto, regresaron de Roma Numenio y sus acompañantes
trayendo cartas para los reyes y países, escritas de este modo:
16 «Lucio, cónsul de los romanos, saluda al rey Tolomeo.
17 Han venido a nosotros, en calidad de amigos y aliados nuestros,
los embajadores de los judíos para renovar nuestra antigua amistad y
alianza, enviados por el sumo sacerdote Simón y por el pueblo de los
judíos,
18 y nos han traído un escudo de oro de mil minas.
19 Nos ha parecido bien, en consecuencia, escribir a los reyes y
países que no intenten causarles mal alguno, ni les ataquen a ellos ni a sus
ciudades ni a su país, y que no presten su apoyo a los que los ataquen.